La pieza del mes de septiembre fue presentada por el historiador del arte Bernat Mateo y la restauradora Marta Murgades el sábado 5 de septiembre 2020. Está formada por una caja de limpiabotas y sus herramientas (botes de pintura, cepillos, betún, parches y protectores), además de algunas curiosidades (recortes de prensa y una tarjeta identificativa). Todo este material pertenece a mediados del siglo XX y ha sido restaurado recientemente por Marta Murgades. El oficio de limpiabotas es un trabajo a menudo olvidado cuando se habla de oficios relacionados con la industria del calzado, ya que su tarea, a pesar de ser esencial, resultaba poco visible (probablemente por el hecho de desarrollarse fuera de los talleres y las fábricas). Su tarea consistía básicamente a limpiar y dar brillo a los zapatos. Este tipo de trabajadores eran itinerantes (yendo siempre acompañados de su caja), y aunque se movían de un lado a otro, solían concentrarse en las ciudades y en los lugares donde había más tráfico de personas. Los limpiabotas eran habitualmente hombres, muchos de ellos adolescentes, que combinaban esta tarea con sus estudios. No había tarifas establecidas para sus trabajos, pero sí está constatado que cobraban relativamente poco. El oficio de limpiabotas se desarrolló como profesión durante el siglo XIX y fue muy habitual hasta las décadas finales del siglo XX. Esta progresiva desaparición del oficio se explica debido a varios factores como el hecho popularizarse zapatos de menor coste y de menor duración -y que, por tanto, necesitan menos mantenimiento; el surgimiento de productos de mantenimiento personal de los zapatos; la reducción de los trayectos a pie, por lo que el desgaste de los zapatos es menor; y el cambio de hábitos sociales de las personas que implican una mayor celeridad en sus rutinas que conllevan, entre otros, caminar con más prisas por las calles. Todas estas causas hacen que hoy en día resulte casi imposible encontrar algún limpiabotas por nuestras calles. En cuanto a la caja, el elemento icónico que los hacía reconocibles en la calle, está hecha de madera y tiene dos compartimentos interiores para guardar los utensilios (tintes, cepillos, trapos, etc.). Se accede a ellos mediante dos puertecillas laterales que se levantan. Su elemento más destacado sin embargo, es la pieza que sobresale (también de madera) y que sirve tanto de asidero para el transporte como de apoyo para los pies del cliente mientras le lustran los zapatos. Información obtenida de la investigación de Bernat Mateu Morro.
